Corría entre mis labios,
atravesaba mi garganta,
la frescura inocente,
sabor a eternidad.
Pintaba melancolía,
bosques coloridos;
y en mi paladar,
la textura aterciopelada.
La marca de carmín,
sellada en la taza
y su creciente aroma,
su calidez amorosa.
Mantenida en mis papilas
encuentro vida,
históricas azañas,
fantasia con nostalgía.
Sorbo a sorbo,
ilustraba un nuevo cuento,
la frescura inocente,
sabor a eternidad.
miércoles, 18 de noviembre de 2009
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a que sabe la eternidad?? la verdad que todo un señor poema para un te negro.
ResponderEliminarLa eternidad sabe a alma.
ResponderEliminarUn beso
EGP